¿Cómo afrontamos los conflictos?

¿Cómo afrontamos los conflictos?

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«El conflicto es el padre de todas las cosas, el rey de todas las cosas.

A unos ha hechos dioses y a otros hombres; a unos ha hecho esclavos y a otros ha hecho libres».

Heráclito

 

El fin de semana del 26 de octubre fui a Madrid a participar en un curso de Derecho Sistémico y resolución de conflictos. Los contenidos y el aprendizaje giran en torno a la filosofía del teólogo y pedagogo alemán Bert Hellinger (1925-2019) creador de las constelaciones familiares. Es el primer contacto con este enfoque, pues nunca había asistido a una formación de este tipo. Fue un autor eminentemente espiritualista y su visión es singular, así que para las personas que no estamos acostumbradas a leer o estudiar sobre su obra, resulta cuando menos abrumador. Se precisa reflexión sin prisas para entenderlo y asimilarlo. En ese momento me encuentro, así que he elegido escribir sobre los conflictos en mi habitual artículo divulgativo mensual.

Creo que los abogados y todo profesional que trata con los conflictos a diario, necesita conocer algo más que la técnica legal y jurídica. Así que este artículo es una breve aportación que puede servir de introducción para profundizar en la dinámica conflictiva de las personas.

 

 

 

 

¿QUÉ ES EL CONFLICTO?

 

 

Se puede definir el conflicto como una situación en la que dos o más personas están en desacuerdo, porque sus deseos, peticiones, intereses, necesidades o valores son incompatibles o son percibidos como tales. Situación que está determinada en gran medida por la influencia de las emociones de las personas implicadas en la misma.

 

La historia de la humanidad nos demuestra que el conflicto es inherente a la persona. Una visión muy simple del conflicto nos informa que uno puede tener expectativas e intereses no coincidentes con otros y esto genera tensiones. Además dentro de cada persona también existen contradicciones:

 

«Si me dan vacaciones este verano seré la persona más feliz del mundo. Pero tampoco sabría qué hacer, pues no tengo con quién ir de vacaciones. Me sentiré mal».

 

«Si Lucía me vuelve a provocar, le pararé los pies. Aunque, pensándolo bien, me resulta graciosa cuando hace esos comentarios aunque me incluyan a mí».

 

¿Cuántas veces pensamos cosas opuestas en décimas de segundo o incluso tenemos sentimientos polarizados sobre una misma persona?

 

¿Cuántas veces nuestros pensamientos no son coherentes con lo que sentimos?

 

En las grandes corrientes de la Psicología se refiere el conflicto interior para explicar la personalidad del individuo.

 

Y si bien esto a priori, parece tener una connotación negativa, pues sufrimos cuando se presentan los conflictos; sin embargo, nuestro crecimiento personal es posible a través de las tensiones. Y una clave para ello es aprender a gestionar mejor la forma de tratarnos a nosotros mismos y de interactuar con los otros.

 

La personalidad de cada uno determina esta capacidad, pero la buena noticia es que es posible aprender a hacerlo de una manera más beneficiosa para ir dejando patrones adquiridos que no nos funcionan.  Y la evidencia de que mejoramos será que aumenta nuestro bienestar en general.

 

Parafraseando a Marinés Suares [1], el antagonismo no es destructor en sí mismo ni es tampoco bueno, sino que forma parte de la evolución y de la vida. Los conflictos, como las situaciones de crisis, nunca desaparecerán; tampoco es deseable, pues a través de ellos aprendemos y crecemos como personas.

 

El conflicto se suele asociar con las relaciones interpersonales, siguiendo de nuevo a Marinés Suares: «se genera en la lucha entre dos partes que en el algún sector son incompatibles (ya sea en el sector de las creencias, las acciones, las cogniciones, las conductas, etcétera) (….) Las interacciones entre las partes van dándole forma al conflicto y cuando se hacen repetitivas, van trazando un “canal” por el cual circula el conflicto. Las pautas de interacción restringen la aparición de otro tipo de interacciones hasta tal punto que las partes pueden llegar a sentirse “presas” de las propias interacciones que ellas generan».

 

En estas interacciones, las partes defienden sus posiciones, que a priori se perciben y se sienten como incompatibles. Ostentan un conjunto de intereses, necesidades  deseos o valores que necesitan atender y satisfacer.  Existen algunos estándares o derechos que guían a las partes hacia un resultado, y; además, se da cierta relación de poder entre las partes implicadas.

 

Con estas ideas básicas y siguiendo a Ury[2] y colaboradores (1993), se podrían definir las tres vías que vienen siendo clásicas para resolver disputas:

 

1.- Reconciliar intereses de todas las personas implicadas.

2.- Determinar quién tiene más derecho.

3.- Determinar quién es más poderoso.

 

 

 

 

¿CÓMO AFRONTAMOS EL CONFLICTO?

Las personas tendemos a responder a las situaciones de conflicto con un estilo predominante de aproximación al mismo, aunque cada estilo se manifiesta en un conjunto de comportamientos, señalando que las propias personas podemos variar nuestra forma de enfrentarnos al conflicto.

Los grandes estilos de comportamiento ante un conflicto son (Thomas- Killmann[3]):

 

 

  • Estilo evasivo:

Consiste en actuar de forma esquiva para no afrontar el problema. Se aplaza tratar el conflicto. Se define como la no negociación. En esta estrategia, la preocupación por la relación y por los resultados es muy baja. No existirá una interdependencia entre las partes para conseguir sus objetivos, el que evita no necesita de la otra parte, simplemente niega el problema. Esto puede ocurrir debido a que los costes (emocionales o sociales) son demasiado altos y por ello, es mejor abandonar el asunto  o, directamente, negar el problema.

 

María es una empleada que acaba de incorporarse a un puesto de trabajo por el que ha tenido que esperar mucho tiempo. Aunque ha surgido un problema con una compañera de trabajo que interfiere en sus competencias, María hace como si no ocurriera nada. No puede perder su puesto, y prefiere soportar como sea esta situación. No afrontará el conflicto. Lo que no se sabe es hasta cuándo esto será llevadero. María tiene un carácter más bien sumiso y también es muy suya. Es decir, la relación social no es su fuerte, pero tampoco es algo que le preocupe.

 

  • Estilo acomodaticio o complaciente:

En esta estrategia, la importancia de la relación es muy alta y la del resultado en cuanto a la satisfacción del interés del que se acomoda muy baja. Está más pendiente de los problemas o preocupaciones de los demás que de los propios intereses. Con la acomodación permitimos que el otro gane, que sea feliz, que esté tranquilo, pues preferimos mantener la relación a costa de esa permisividad antes que entrar en disputa. Conservar la relación es sumamente importante, por obediencia, por aprecio, generosidad, deferencia, etcétera.

 

Rosa que es una mujer que obedece al estereotipo que venía siendo tradicional antes de la emancipación femenina en cuanto a la dependencia económica y emocional de su pareja. En este caso, la relación es sumamente importante para ella, así que se somete a su compañero.

 

  • Estilo competitivo:

En esta estrategia el resultado es más importante que la relación. Se trata de ganar a toda costa y hacer valer la posición de uno. Una persona que confronta el conflicto tiende a verlo como un asunto de “pérdida-ganancia”. En este estilo resulta vital que las cosas se hagan como uno quiere, aunque se arriesgue a romper la relación. Creyendo que una persona está  en lo cierto y la otra está equivocada, los sujetos enfrentados se hallan determinados a ganar probando que tienen razón. Pueden permanecer inamovibles en su opinión personal manteniendo su desacuerdo con la opinión de la otra persona de manera tenaz.  Se puede decir que hoy en día, la judicialización de muchos conflictos, provoca, por la propia dinámica de la justicia, una competitividad entre las partes.

 

Emma y Carlos mantienen posiciones muy beligerantes en su convivencia. Cada uno pretende que su criterio sea el dominante en la interacción que mantienen. El futuro será el divorcio con una lucha sin fin para conseguir la custodia compartida, el padre, y la exclusiva, la madre, sobre su hija Candela. El fin que les mueve es que uno gane y el otro pierda. Ninguno de los dos asume su parte de responsabilidad y culpan al otro de todo.

 

  • Estilo colaborativo:

Se da en este caso una importancia idéntica al resultado y a la relación. Las partes intentan conseguir el mejor resultado posible, manteniendo o fortaleciendo simultáneamente, su relación. Ven el conflicto como una parte natural en las relaciones humanas, no como una señal de que algo malo ha sucedido. El sujeto que soluciona el problema tiende a preocuparse menos de “quién tiene razón” y “quién está equivocado”, y se ocupa por encontrar una solución que sea satisfactoria para ambas partes de forma que ambas ganen (win/win).

 

Los miembros de una empresa familiar «Cafés Delizias» acuden a una mediadora para establecer un protocolo que fije las bases del futuro de la empresa para las sucesivas generaciones. Entre esas bases se recoge una declaración de valores e intenciones, así como unas pautas para gestionar y solucionar los conflictos. En este caso, el buen fin de la empresa y mantener relaciones familiares positivas son la prioridad de los miembros de la generación que ostenta la titularidad de la empresa en la actualidad  y los intereses individuales, así como los comunes serán tenidos en cuenta para diseñar el protocolo.

 

  • Estilo comprometido:

 

Este es un estilo que se encuentra a medio camino entre el estilo complaciente y el competitivo, pero no es tan colaborador como el anterior citado. El concepto podría ser <<ni para ti, ni para mí>>. Se intenta llegar a una solución intermedia en la que todos han de ceder algo.

 

El fundador de «Dulces Forever» ha establecido un sentido muy marcado de lo que es el compromiso para los miembros de la familia con el negocio, que pasa incluso por la resignación y el sacrificio personal. El fundador mantiene un estilo competitivo, pues es quien exige y marca las pautas para los resultados que quiere y sus hijos mantienen un estilo bastante complaciente hacia el padre y entre ellos, de forma que si alguno renuncia a uno de sus intereses, todos tendrán que renunciar a alguno de los suyos. Este estilo es diferente al colaborativo, pues en este se atiende a los intereses para intentar satisfacerlos. Sin embargo, en este estilo, el compromiso es lo primordial, aún a costa de no satisfacer ciertos intereses por hacer renuncias a los mismos.

 

¿Con qué estilo te identificas?, ¿has identificado alguno de los estilos como propio de las persona con las que te relacionas habitualmente?, ¿qué temes perder cuando se genera un conflicto?, ¿qué emoción habitual se dispara en ti cuando sientes que va surgiendo una situación conflictiva?…

 

 

Como dije al principio, esta es una mera introducción para empezar a saber algo más de los conflictos. Prometo que escribiré más sobre el tema.

 

©Marta Antuña Egocheaga, octubre 2019

[1]Mediación: Conducción de disputas, comunicación y técnicas” Marinés Suares Ed. Paidós 1996.

[2] Willian Ury

[3] “Instrumento de Modos conflicto”.  Thomas Kilmann.

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